El pasado sábado se presentaba el libro “MIL Y PICO MOTES DE PURA CEPA. UNA MIRADA A LA INTRAHISTORIA DE VILLARROBLEDO”, en el bello marco que es el claustro del ayuntamiento de esta ciudad, con las sólidas arcadas pétreas descubiertas en la rehabilitación de dicho edificio que tutelara el gran “Peridis” como testigo.
El estudio de los apodos de Villarrobledo es el hilo conductor de este texto, pero el subtítulo, esa mirada a la historia de la gente común de Villarrobledo, a la microhistoria local, ha sido llevado a cabo por la autora con una pulcritud laudable. Llanos Ortiz ha conseguido crear una obra realmente reseñable, fresca, desde un prisma prácticamente ignoto, sobre Villarrobledo, aproximándose a esta realidad de los apodos, a priori delicada, con el mayor respeto y rigor.
El libro tiene dos grandes bloques. Por un lado, realiza un concienzudo estudio sobre lo que han representado los motes en las sociedades en el decurso de los siglos, su dimensión social, económica, como elemento de comunicación e identificación social, el autoconcepto-de orgullo o de vergüenza-en torno a ellos, el uso en los distintos estratos sociales, etc. Todo ello muy bien documentado. Por otro lado, expone la relación de todos los motes de Villarrobledo que ha sido capaz de recopilar, más de mil, ordenados alfabéticamente-lo que permite una consulta muy cómoda-explicando su historia en una proporción muy importante. Aproximándose al origen de tantos apodos con un gran trabajo de campo, fundamentado en la memoria oral de nuestros mayores y en la indagación persistente en las redes, optimizando lo bueno que nos ofrecen como medio ágil para comunicarnos, coordinando las aportaciones de muchos vecinos dispuestos a ayudar. Es decir, haciendo microhistoria como se debe hacer, yendo a fuentes poco convencionales. Porque los archivos tienen un valor incalculable para asuntos estadísticos y para estudiar la historia desde el prisma tradicional de los grandes acontecimientos o personajes. Pero, para investigar la historia de la gente común conviene colgar la bata y saltar al ruedo de la memoria oral, de las entrevistas con mayores llenos de sabiduría y recuerdos impagables que, de no escribirse, quedan relegados al olvido. Además, uno de los prólogos lo escribe el que sin ser miembro de Real Academia alguna ni vestir la púrpura cardenalicia, es ilustrísimo hijo de Villarrobledo, al que siempre es un placer leer y del que es imposible no aprender, Pedro María Solana
No conozco personalmente a la autora, pero saber a través de su libro que esta paisana es una cosmopolita retornada a sus orígenes y que, además, ha dedicado no poco tiempo a la investigación que ha dado lugar a este libro, haciendo con ello un homenaje a su tierra natal, ya la hace merecedora de mi admiración. Además, y en sintonía con la temática del volumen que ha escrito, es “jacienda” y “pañalona” y eso ya es suficiente y buena en este caso carta de presentación. Esto no lo podrá entender jamás alguien nacido y criado en una ciudad, alguien que solo haya visitado un pueblo para ver la torre de su iglesia o echar gasolina de camino a la costa. Pero, los que somos de pueblo, disponemos de medios de identificación de nuestros semejantes más allá del "praenomen", "nomen" y "cognomen" romano, maneras de designar a las gentes de nuestro entorno cargadas de significado, historia y relación intergeneracional, eso son los motes. De ahí la importancia de este libro para la historia local, los motes definen una forma de relacionarse genuina en Villarrobledo y en tantos otros lugares, a través de la cual se definen muchos aspectos sociales. Sin duda, una vía de investigación descuidada por la historiografía tradicional que viene a poner de relieve la impronta que los motes, desde dos siglos atrás a esta parte, han dejado en las gentes de este lugar.