¿Necesitas ayuda? Llámanos al 967 225 863
de FORSTER, EDWARD MORGAN
de FORSTER, EDWARD MORGAN
Nadie confesaba que la Máquina era incontrolable. Año tras año se laservía con más eficacia y menos inteligencia. Cuanto mejor conocía unhombre sus obligaciones respecto a ella, menos comprendía las de suvecino, y no había en todo el planeta un solo cerebro que comprendiera el monstruo en su conjunto. Esas mentes privilegiadas se habíanextinguido. Habían dejado instrucciones completas, cierto es, y cadauno de sus sucesores había llegado a dominar un fragmento de esasinstrucciones. Pero la Humanidad, en su deseo de comodidades, habíaexcedido sus límites. Había sobreexplotado las riquezas de lanaturaleza. Con calma y satisfacción, iba hundiéndose en ladecadencia, y el progreso había acabado significando progreso de laMáquina.