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de AA.VV
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El desarrollo de la ciudad de Alicante propiciado por varios elementos como el nombramiento de capital de provincia, la eliminación de sus murallas, el embellecimiento de su espacio público con paseos y plazas, y la instalación de la línea ferroviaria, que hacía más cómodo el trayecto del viajero y posible el desplazamiento de masas, permitió rápidamente la visita de multitud de forasteros. La suavidad del clima alicantino durante los meses de invierno y los beneficiosos y populares baños de mar en verano aseguraban su presencia durante todo el año.
Este fenómeno, denominado posteriormente turismo, importantísimo para la economía y desarrollo de la población, suscitó la necesidad de incrementar los lugares de hospedaje pero también de llevar a cabo una tajante transformación de los ya existentes, ahora que la acción de viajar se había convertido en un hecho placentero y que requería sin duda la comodidad del lugar donde se iba a pernoctar. Así las tradicionales Posadas o Mesones con sus grandes patios centrales, sus espaciosas cuadras y sus modestísimos cuartos, ubicadas en los accesos a la ciudad o en torno al Vall (actualmente Rambla de Méndez Núñez) fueron perdiendo protagonismo. Por el contrario las confortables Casas de Viajeros o Huéspedes y Fondas ubicadas cerca de la vertiente marítima o en lugares emblemáticos de la ciudad se incrementaron. De ellas saldrán a principios del siglo XX los primeros famosos hoteles.
En torno a la explotación de este negocio encontramos las figuras del posadero y la del fondista. Será principalmente el esfuerzo e iniciativa de este último el que asegure la consolidación del turismo y el éxito de su calidad.
El libro recoge también una serie de temas que son transversales a todos estos establecimientos, la normativa hotelera, la gastronomía, la publicidad, la colaboración de los poderes públicos, la participación de la mujer y la arquitectura de los edificios destinados a este fin.