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de JUAN DE ISASA Y GONZÁLEZ DE UBIETA,
de JUAN DE ISASA Y GONZÁLEZ DE UBIETA,
Miryam tenía la dulzura de la sencillez, la risa de la ternura y elcorazón de la bondad. Miraba con la claridad del mediodía. Eracercanía y amistad para todos. Nadie notaba nada. Solo se sentía. Supresencia despertaba el leve temblor que produce el cariño. La fuentese alborozaba en agua cuando ella llenaba el cántaro al amanecer. Lamasa en sus manos esponjaba el trigo que luego sería pan. La ruecagiraba canciones en sus dedos. Escuchaba las historias de los sabiosdel pueblo. Rezaba al Señor con las viejas palabras de Israel soñandopromesas por cumplir : "Saldrá un renuevo del tronco de Jesé y sobreél se posará el Espíritu del Señor".Ella sigue presente como Madre y como amiga. Sobre todo porque esbendita por haber creído. Está siempre junto al Hijo al que dio a luzen la gruta y nos entregó en el monte de la Calavera. Después detantos años sigue siendo la doncella nazarena que una vez, al alba,dijo sí a la voz de Dios, que le pidió ser madre del Señor. Ella era y es ahora y será siempre eso: la Madre, Miryam de Nazaret.