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de RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ, FELICIANO
de RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ, FELICIANO
El Concilio Vaticano II iluminó admirablemente la doble llamada, a lasantidad y al apostolado, que dignifican la vida de todos loscristianos. En este contexto destacan los Institutos seculares comouna nueva escuela de santidad, inconcebible al margen de la Iglesiacomunión y de la Iglesia misión. Su identidad específica vienedefinida por la unión inseparable de dos ricos manantiales de vidacristiana: la secularidad y la consagración. Como, por otro lado, esta síntesis tiene sentido sólo en función de un apostolado más actual yoportuno, resulta que son tres los aspectos configurantes de estanueva modalidad de ser Iglesia: - La vivencia de los consejosevangélicos, que, plenificando la consagración bautismal, supone unafuente de vida sobrenatural y de intimidad con Cristo que, por lodemás, conforta en las pruebas y llena de sentido y mérito cualquiersacrificio o renuncia. - El contacto directo con el hombre y la vidaen el entero entramado social. El escenario del acontecer humano fuecreado por Dios. Más tarde, la encarnación elevaría todo lo humano ala categoría de «lugar» en el que Dios habla y se nos revela, por esotodo lo humano viene a ser, para el hombre de fe, la «zarza ardiente»de la divina presencia. - El afán de ser testigos del evangeliocreíbles y aun audaces, para la salvación de los hombres con quienesse convive. Al fundir consagración y secularidad se posibilita unavocación apasionante, propia de personas enamoradas de Dios, que hande vivir su entrega radical en pleno mundo. Si permanecen fieles, másque proclamar verbalmente el mensaje salvador, lo harán vida. Es elapostolado de testimonio, que puede hablar con incisiva elocuencia enlos ambientes más dispares, incluidos los que han perdido la huella de Dios.