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de PUERTA,XABI
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Recuerdo la mesa camilla en que estudiaba siendo niño, un mundo circular: la redondez de la mesa, la del halo de luz que proyectaba el flexo negro.
Las sombras quedaban fuera. También mis ideas de aquellos días eran eminente circulares: aprender, saber, hacer, aprender a saber, aprender a hacer
Mi pequeño mundo de entonces, tan redondo como el mundo grande, podría resultar minúsculo en comparación con él, pero, paradójica y osadamente, sus exiguos límites se bastan para absorberlo, para contenerlo, para devorarlo. El pez chico engulléndose al grande. La maravilla. Las artistas apareciendo después. Quizá me puse a escribir porque, conforme crecía, el mundo a mi alrededor empezaba a dejar de ser redondo.
Me gusta imaginar cosas que no existen y hacerlas ser, conseguir que, por mi mediación, pase a haber en el mundo algo que momentos antes aún no estaba allí. Quizá sea este el acicate esencial de la pulsión creadora, del impulso prometeico
y quizá también sea demasiado vanidoso enunciarlo así. Pero a uno le viene bien dotarse de recursos formularios como este para ataviar su trabajo y estar en condiciones de afrontarlo con esas dosis de épica tan útiles en la batalla.
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