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de CODINA, VÍCTOR
de CODINA, VÍCTOR
Desde hace ya más de cincuenta años se oyen voces en la Iglesia latina que piden que junto a la cristología se elabore hoy una teología delEspíritu Santo (o pneumatología). La ausencia de una vivencia y de una teología del Espíritu produce graves consecuencias negativas para lavida de las personas, para la Iglesia y para la visión de la historia. A veces esta asfixiante ausencia del Espíritu se ha suplido consucedáneos devotos, lo cual no es saludable, como tampoco lo es eldesembocar en el extremo contrario de defender un Espíritu al margende Jesús de Nazaret, el Cristo.Frente a este déficit de Espíritu siempre es provechoso enriquecernoscon la visión pneumatológica del Oriente cristiano, muy sensible alEspíritu del Señor que llena el universo. Pero podemos preguntarnos si hay otros caminos para descubrir y acceder al Espíritu desde otroslugares sociales y teológicos, concretamente desde los pobres.En la Escritura, en efecto, el Espíritu siempre está presente enmomentos de crisis, de dificultad, de pobreza, de muerte, desde elcaos original de los comienzos de la creación hasta el Apocalipsis,pasando por los profetas de Israel y por el Espíritu que brota delcostado herido del Crucificado. También en la historia de la Iglesiadetectamos la presencia profética del Espíritu precisamente en tiempos de noche oscura eclesial y social, en medio del silencio delmagisterio y de la teología oficial.De ahí podemos deducir que el Espíritu del Señor, que obra donde ycomo quiere, actúa desde abajo, clama desde los pobres y siempre enfunción de ellos, pues él es el «Padre amoroso del pobre», como cantael himno medieval «Ven, Espíritu Santo».Esta reflexión, escrita desde América Latina, puede convertirse enfuente de esperanza y compromiso en momentos difíciles, y puedeayudarnos a sintonizar con la Iglesia del papa Francisco, muy sensible a la acción vivificante y alegre del Espíritu en la Iglesia y en elmundo de hoy.