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de
Los setenta y cinco poemas de esta colección nacen de mis vivencias
personales, las pasiones y las reflexiones que han acompañado a cada una
de ellas a lo largo de los años. En ese sentido, este libro podría
considerarse una especie de autobiografía sentimental en la que doy
cuenta de los amores que perdí y de los amores que tengo, pero también
de los vaivenes de mi pensamiento en torno a dos grandes inquietudes
universales: el paso del tiempo y la muerte, misteriosas celadas de las
que no nos es dado escapar.
De las cinco partes en las que está
dividido el libro, la primera revela sin pudor las cicatrices de haber
amado, la segunda resume la ternura y la esperanza, flores tenaces que
los hijos hacen brotar en nuestro pecho, aun cuando lo creíamos seco y
baldío. La tercera se sumerge en las emociones, no solo estéticas, que
despiertan diversos paisajes y elementos de la naturaleza, a cuya
fascinación ningún poeta ha sido inmune desde tiempo inmemorial y,
especialmente, desde el Romanticismo en el siglo xix. Las dos últimas
partes giran en torno al envejecer y al morir: el nunca poder volver
atrás, el siempre afrontar el fi n de la existencia y, mientras tanto,
el vértigo del presente, inasible y fugaz. Sin embargo, ninguna de las
meditaciones sobre todos esos temas, por graves que parezcan, consigue
que me tome a mí misma o a mis zozobras demasiado en serio y por ello me
digo, y digo al lector, que conviene desdramatizar y dudar de mi visión
sombría de la realidad; quizás sea el color de mi propio y poco fiable
cristal lo que la oscurece. Sea como sea, concededme al menos que la
realidad puede llegar a abrumarnos a todos en un momento dado.